Hoy me he dado el gustazo de disfrutar de Salamanca de noche. Me gusta más de noche que de día.
De noche tiene un color especial, un dorado extraño, una mezcla entre leyenda y misterio. En cualquier momento da la sensación de que vas a doblar la esquina y aparecerá delante de tí un pícaro del siglo XVI o un fantasma perdido.
Me llevé la cámara y aunque sin trípode, me siento relativamente orgulloso de las fotos que hice. Ha sido un ejercicio de pulso y contención de la respiración.
Para muestra esta foto. Aunque parezca mentira, me costó mucho sacar una foto sin gente ( y eso que eran las 12 de la noche).